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En un año que se destaca por la pobreza, la injusticia y la corrupción en varios países de América Latina, por una naturaleza que azotó con excesos de agua y terremotos aquí y allá y por un Medio Oriente tumultuoso en el que los cristianos siguen sufriendo persecución y discriminación, se hace necesario hacer un descanso y recogerse en oración al Señor y pedir por su bendición y amparo.

Son muchos los himnos en Semana Santa que hablan del sufrimiento de la Virgen Madre, de sus exclamaciones de dolor al ver a su Hijo Justo y Santo caminar por las calles de Jerusalén cargando su cruz y luego en el Gólgota sufriendo angustia y dolor. Seguramente fueron unos días de nunca acabar para Ella y para la primera Iglesia, fueron horas y minutos de tensión y prueba que llevaron a san Pedro hasta la amargura del llanto (Mt 26,75).

Pero como una madre que “después que ha dado a luz a un niño, ya no se acuerda de la angustia, por el gozo de que haya nacido un hombre en el mundo” (Jn 16,21), así también la Iglesia se alegra y pone sus esperanzas en el mensaje de la Resurrección de Cristo. Con la Resurrección nuestra vida toma un nuevo rumbo y se convierte en testimonio de vida, de amor fraternal y de perdón.

En estas Pascuas de 2017 pidamos al Señor por todos aquellos que pasaron momentos de prueba y dolor y comprometámonos a proclamar el mensaje de perdón y misericordia que Jesucristo nos dio con su Resurrección: “se predicará en mi nombre la conversión para perdón de los pecados a todas las naciones… yo voy a enviar sobre usted la Promesa de mi Padre” (Lc 24,47.49).

Con la alegría que nos da el mensaje de estas fiestas y en nombre de todo el equipo de CBB y SOFIA y de su cuerpo docente, les hago llegar nuestros mejores deseos exclamando con convicción y esperanza: