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Los Domingos de Preparación de la Cuaresma: Un Viaje hacia la Pascua (1)
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La Cuaresma: Un Viaje hacia la Pascua
Rvdo. Padre Alejandro Schmernann
Domingos de Preparación (1)
Tres semanas antes que la cuaresma misma comience, entramos en un período de preparación pre-cuaresmal. Es una característica constante de la tradición cúltica ortodoxa de los grandes eventos litúrgicos (Navidad, Pascua, Cuaresma) un previo anuncio y una preparación. Reconociendo nuestra falta de concentración, lo mundanal de nuestra vida, la Iglesia llama nuestra atención a la seriedad del evento que se acerca, nos invita a meditar en su significado. Así, antes que podamos poner por práctica la cuaresma, la Iglesia nos explica su significado.
Humildad. (Domingo del Publicano y el Fariseo).
En la víspera de este domingo (es decir, el sábado por la noche) el libro litúrgico del pedido cuaresma, el Modio, se usa por primera vez, y se añaden textos de él a los servicios normales de la resurrección. Exponen y desarrollan el primer tema mayor del arrepentimiento: la humildad. La lección del Evangelio (Lucas 18:10-14) nos enseña que la humildad es la base del arrepentimiento. La parábola del Publicano y el Fariseo representa a un hombre que siempre está contento de si mismo y que cree cumplir con todos los requisitos de la religión. Tiene orgullo y confianza en sí mismo. En realidad, falsifica el significado de la religión, reduciéndola al cumplimiento externo de requisitos y mide su piedad por la cantidad de dinero que contribuye al templo. Para él la religión es el motivo de su amor propio, de su egoísmo. El publicano se humilla, y su humildad le justifica delante de Dios. "Evitemos, hermanos, las palabras falsas del fariseo," dice el contaquio del día, "y aprendamos la grandeza de las palabras humildes del publicano."
La vuelta al Padre. (Domingo del Hijo Pródigo).
La lección del Evangelio para este día (Lucas 15:11-32) nos da el segundo tema de cuaresma y del arrepentimiento: el de la vuelta a Dios. No es suficiente reconocer nuestros pecados y confesarlos. El arrepentimiento queda estéril y sin provecho sin el deseo y la decisión de cambiar nuestra vida, de volver a Dios, de comenzar un movimiento de ascenso y de purificación. Debemos damos cuenta de haber perdido nuestra hermosura espiritual y nuestra pureza y debemos desear recobrarlas. Volveré al Padre compasivo lamentando y llorando y diré: `Acéptame como a uno de tus jornaleros." En maitines, cantamos el Salmo 137. "Junto a los dos de Babilonia, allí nos sentábamos, y aun llorábamos, acordándonos de Sión ... Si me olvidare de ti, oh Jerusalén, pierda mi diestra su destreza." El verdadero cristiano recuerda y sabe que ha perdido comunión con Dios, la paz y el gozo de su reino, la pureza de la vida nueva en Cristo. Pues, fue bautizado, iniciado en el Cuerpo de Cristo, pero sus pecados le han alejado de Dios. El arrepentimiento, por eso, es este deseo de volver a Dios, es un movimiento de amor y de confianza. "Me he separado inicuamente de tu gloria paternal y he malgastado las riquezas que me diste a mí en compañía de pecadores. Por eso, te ofrezco el lamento del pródigo: Padre compasivo, he pecado contra ti, recíbeme como penitente y hazme como a uno de tus jornaleros. (Contaquio del día).
El Juicio Final. (Domingo de Abstinencia de Carne).
El sábado de carnaval (el que precede este domingo) la Iglesia prescribe la conmemoración de todos sus hijos difuntos. La Iglesia es unidad y amor en Cristo. Dependemos todos unos de otros, nos pertenecemos unos a otros, estamos unidos por el amor de Jesucristo. Nuestro arrepentimiento quedaría incompleto sin acción de amor hacia todos los que antes de nosotros se han dormido en la fe. El arrepentimiento es sobre todo la recuperación del espíritu del amor. "Por esto todos los hombres sabrán que sois mis discípulos si se aman unos a otros" (Juan 13:35) Litúrgicamente esta conmemoración incluye las vísperas del viernes y los maitines y la divina liturgia del sábado. El Evangelio dominical (Mateo 25:31-46) nos recuerda el tercer tema del arrepentimiento: preparación para el juicio final. El cristiano vive bajo el juicio de Cristo. Esto significa que debemos referir nuestras acciones, actitudes, nuestros juicios al Señor, a su presencia en el mundo, que debemos ver a Cristo en nuestros prójimos. Porque "como habéis - hecho al menor de estos mis hermanos, lo habéis hecho a mí." La parábola del juicio final nos da los términos de referencia o la medida para nuestra auto-evaluación como cristianos. En la semana que sigue el domingo de carnaval, se prescribe un ayuno limitado. Nos estamos entrenando y preparando para el gran esfuerzo de cuaresma. El miércoles y el viernes, no se permite celebrar la Divina Liturgia y la forma del culto ya es de cuaresma. El sábado de abstinencia de queso, la Iglesia conmemora a todos los que "han sido iluminados por medio del ayuno" — a los santos ascetas y ayunadores. Son los modelos que debemos seguir, nuestros guías en el arte dificultoso de ayunar y de arrepentimos.
El Perdón. (Domingo de Abstinencia de Queso).
Es éste el último domingo de la preparación. En la liturgia se desarrollan tres temas esenciales: "La expulsión de Adán del paraíso de bienaventuranza." El hombre fue creado para el paraíso-conocimiento de Dios en pleno comunión con El. Sus pecados le han privado de esta vida de bienaventuranza y así su existencia en la tierra es un exilio. El Dios-Hombre Cristo abre las puertas del paraíso a todos los que le siguen y la Iglesia es nuestra guía por el camino que llega a la patria celestial. Nuestro ayuno no debe ser hipócrita-ocasión a los hombres a ayunar, sino a nuestro Padre que es en secreto" (cf. lección dominical de Mateo 6:14-21). La condición del ayuno sincero es el perdón, que nos perdonemos unos a otros, así como Dios nos perdona. "Si perdonáis a los hombres sus ofensas, vuestro Padre celestial también os perdonará." En las vísperas de este domingo, la cuaresma comienza con el Gran Proquimeno: "No escondas de tu siervo tu rostro, porque estoy angustiado; apresúrate, óyeme. Acércate a mi alma, redímela Al final del servicio los fieles se piden unos a otros perdón y la Iglesia inicia su peregrinación hacia el día alegre y glorioso de la Pascua.