En la Última Cena, Jesucristo instituyó el mayor acto de adoración pública cristiana: La Sagrada Eucaristía a través de la cual se recibe el Precioso Cuerpo y la Purísima Sangre de Cristo. Los teólogos cristianos orientales han llamado a la Comunión "la medicina de la inmortalidad, el antídoto contra la muerte". Esta celebración cultual proporciona al creyente el contacto más íntimo con Dios que pueda tener. Cristo nos enseñó: "El que come mi carne y bebe mi sangre, vive en mí y yo en él". (Juan 6:56). La Iglesia Ortodoxa reconoce la necesidad de hacer de la Sagrada Comunión una parte integral de la vida, ofreciéndola en su celebración ritual principal: La Divina Liturgia de San Juan Crisóstomo.